lunes, 26 de septiembre de 2011

La Persona De Jesús. (Material de Apoyo Módulo Cristología)



Esta originalidad se pone de manifiesto, sobre todo, en la asombrosa radicalidad de Jesús. Él, en efecto, fue absolutamente original porque fue absolutamente radical. Pero radical, ¿en qué? Solamente en una cosa: su total dedicación y entrega para buscar el bien del hombre, sobre todo el bien y la liberación de los pobres y oprimidos por el mundo, por el sistema establecido. Por eso Jesús quebrantó leyes, escandalizó a los piadosos observantes de la religión convencional, se enfrenté a los dirigentes, soportó la persecución y murió como un delincuente. En este sentido y desde este punto de vista, la radicalidad de Jesús no tuvo límites. Porque no tuvo límites su amor y su fidelidad. Por eso Jesús no fue un fanático, sino un apasionado radical por el bien del hombre. El fanatismo consiste en anteponer ideas o proyectos a lo que es el bien del hombre. Pero Jesús no tuvo más absoluto que la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios es el bien de los hombres, sobre todo el bien y la liberación de los pobres y oprimidos.
Y por último, su coherencia. Me refiero a la coherencia con el plan de Dios. Todo en Jesús fue coherente porque todo estuvo en él determinado por su profunda experiencia de Dios, hasta el punto de que Dios mismo se reveló en Jesús, en su persona, en su vida y en sus actos. En los hombres muchas veces falla esta coherencia. Porque se entregan a Dios de tal manera que eso entra en conflicto con el bien del hombre (a veces se ha llegado a torturar y matar por fidelidad a Dios); o por el contrario, se entregan a ciertas causas humanas olvidándose de Dios y marginando a Dios. En Jesús nada de esto ocurrió: él fue absolutamente fiel al Padre y absolutamente fiel al hombre. Una fidelidad le llevó a la otra. Porque sabía muy bien que cuando una de esas dos fidelidades falla, se termina absolutizando lo relativo, lo cual es tanto como caer en el fanatismo y quizá en la barbarie.

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