viernes, 15 de mayo de 2009

DOCUMENTO DE LECTURA. CURSO. PRESENCIA CRISTIANA EN EL MUNDO. 16 Mayo 2009


Desafío De Ser Laico.


[Extracto del artículo “Desafío de ser laico en Latinoamérica, aparecido en la revista:
www.miradaglobal.com

Santiago de Chile –


Para el Documento Conclusivo de Aparecida, el gran imperativo de la Iglesia latinoamericana hoy es reconocerse, antes de cualquier consideración, como comunidad de discípulos. Discípulo es aquel que ha tenido un encuentro personal con Jesucristo, desde la experiencia de la conversión y la fe, y esa experiencia inevitablemente lo rebasa y lo impulsa a comunicarla, es decir, a la misión. La misión, para la religión cristiana, consiste básicamente en evangelizar, porque, como lo dice la misma palabra, el encuentro con Jesucristo es una experiencia de plenitud y de alegría que no cabe sino anunciar como una buena noticia.
¿Dónde y cómo se manifiesta concretamente esa experiencia de encuentro pleno con Cristo que desborda en misión? A esto responde la segunda parte del documento: en la vida misma, en la dignidad de lo humano, que se vive cotidianamente en la familia, en el trabajo, en el encuentro con otros y con el mundo que compartimos (cap. 4). Allí y no en otra parte, los discípulos misioneros estamos llamados a la santidad en el seguimiento de Jesús y de su mensaje del Reino.
Pero –y aquí viene algo importante que no se había subrayado aún suficientemente- la Iglesia no es sólo la suma de experiencias personales-individuales de encuentro con Cristo, sino que estas experiencias sólo son posibles en el contexto de la comunión eclesial. Es la comunidad la que posibilita que personas individuales puedan tener este encuentro. Esto distingue al cristianismo de toda forma de religiosidad intimista (cap. 5).
La tercera parte del documento ahonda en el tema de los principales contenidos y caminos concretos de la misión a la que se siente llamada la Iglesia del Continente. El primero y fundamental es que la comunicación de la vida plena en Cristo tiene que verificarse en el servicio de los cristianos a la vida plena y digna para todos, renovando la opción preferencial por los pobres y excluidos, que hoy están en las periferias del mundo de la globalización. Un segundo tema importante es la defensa de la vida humana y de las personas en todos los momentos de la vida. Por último, una especial atención y cuidado de las culturas y de la cultura, incluyendo los desafíos que plantea hoy a la Iglesia la cultura de la globalización y del pluralismo.
¿Por qué esta renovada insistencia en la idea de la Iglesia como comunidad de "discípulos-misioneros"? La respuesta debe buscarse sobre todo en la percepción de la situación socio-cultural del mundo de hoy, como una "nueva realidad social, plural, diferenciada y globalizada", que desafía a buscar "nuevas respuestas que den sustento a la fe y vivencia del discipulado" (n. 345). En su conjunto, este contexto global es percibido por los obispos sobre todo como un espacio de diversidad y de pluralismo, un modelo de sociedad en que crecientemente la Iglesia como institución ha ido perdiendo relevancia social. Y donde también la transmisión de la fe se ha tornado más difícil.
HACIA UN REDESCUBRIMIENTO DE LA VOCACION LAICAL
De los fieles cristianos laicos se habla en muchos momentos en el documento. Se podría decir que a propósito de todos los grandes temas, lo cual indica cuánto se espera de nosotros en la vida y en el quehacer de la Iglesia en el continente. ¡Y no es extraño, si somos la gran mayoría de los que formamos la comunidad eclesial!
Para caracterizar la vocación laical el documento se apoya en Lumen gentium n. 31; y lo hace citando la parte de ese parágrafo que ofrece una descripción positiva de esta vocación, es decir, desde lo que ella es en sí misma y no desde el punto de vista de lo que la distingue del sacerdocio ministerial y de la vida religiosa. Se quiere evitar así entender al laico por aquello que no tiene (según ese enfoque, el laico sería aquel cristiano que no tiene la ordenación sacerdotal ni la profesión de los votos en la vida religiosa), y se intenta más bien describirlo positivamente, por lo que tiene y por lo que es: "Los fieles laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo" (n. 209)
El documento de Aparecida destaca el rol de los laicos tanto en el mundo (n. 210) como al interior de la Iglesia, que está llamada a ser el espacio "donde todos vivan de manera responsable su compromiso cristiano" (n. 211). Una vez más, pero con un acento nuevo, se insiste en que ello sólo será posible mediante una "sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento" (n. 212).
Se insiste en que todo ello debe concretarse y no quedar en meras ideas. Por de pronto, los laicos "han de ser parte activa y creativa en la elaboración de proyectos pastorales a favor de la comunidad" (n. 213). Con otras palabras, los laicos no deben ser sólo "destinatarios" de los proyectos pastorales en la Iglesia, sino que pueden y deben participar verdaderamente en su gestación. El documento, en este pasaje, no elude el hecho de que esto plantea una fuerte exigencia a los pastores: "una mayor apertura de mentalidad para que entiendan y acojan el ‘ser’ y el ‘hacer’ del laico en la Iglesia, quien por su bautismo y su confirmación, es discípulo y misionero de Jesucristo. En otras palabras, es necesario que el laico sea tenido muy en cuenta con un espíritu de comunión y participación" (ibid.).
Aunque no se lo dice explícitamente, en la concreta articulación de la pastoral está, pues, en juego el modo de ejercer la autoridad en la Iglesia. La comunión real será posible si la autoridad de los pastores se ejerce promoviendo la participación y la corresponsabilidad de los miembros de la comunidad. No se trata de desconocer o de negar la legitimidad de la autoridad de los pastores en la Iglesia, sino de entenderla y de ejercerla en coherencia con la eclesiología de comunión.
Por último, se destaca como "un signo esperanzador" el fortalecimiento de "variadas asociaciones laicales, movimientos apostólicos eclesiales e itinerarios de formación cristiana y comunidades eclesiales y nuevas comunidades, que deben ser apoyados por los pastores". Tales son los canales concretos que "ayudan a que muchos bautizados y muchos grupos misioneros asuman con mayor responsabilidad su identidad cristiana y colaboren más activamente en la misión evangelizadora" (n. 214).
Por todo lo reseñado, este pasaje de los números 209 a 215 debería ser reflexionado muy a fondo por toda la comunidad eclesial, y en especial por los laicos que buscan crecer en la conciencia de su vocación cristiana.
OTRAS CONCRECIONES DE LA VOCACION LAICAL
El documento destaca el rol de los laicos en las grandes tareas en que ha de concretarse la misión de la comunidad de los discípulos de Jesucristo [como los siguientes]:
a) La importancia de su relación con los demás actores eclesiales en el imperativo común de la corresponsabilidad en la misión (especialmente en el capítulo 5).
b) La necesaria participación de los laicos en los procesos de formación de los discípulos misioneros (todo el capítulo 6).
c) La participación insustituible de los laicos en la misión (capítulo 7) y sobre todo en la promoción de la dignidad humana en los asuntos sociales y de la vida pública (capítulo 8 y capitulo 10, nn. 501-508).
d) Los desafíos asociados a roles importantes de los laicos en el mundo y en la Iglesia. Entre otros (mencionados en el capítulo 9): el matrimonio y la familia (nn. 432-437); las mujeres (nn. 451-458); los adolescentes y los jóvenes (nn. 442-446), etc.
e) Por último: el llamado a "favorecer la formación de un laicado capaz de actuar como verdadero sujeto eclesial y competente interlocutor entre la Iglesia y la sociedad, y la sociedad y la Iglesia" (n. 497a). Algo que sólo será posible si existen en la Iglesias cristianos laicos adultos, conscientes de su dignidad de bautizados y de las exigencias que comporta su corresponsabilidad en la misión de la comunidad de los discípulos.
Corresponde a las comunidades locales el discernir, en su propia situación, las formas concretas de expresión y de comunicación de la plenitud que Dios ofrece a todos en la persona de su Hijo Jesús.
CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS
Puede afirmarse que el documento conclusivo de la Conferencia de Aparecida contiene una fuerte y especial reafirmación de la dignidad y de la importancia del laicado en la Iglesia, en el contexto, más amplio y más importante, de una concepción de la Iglesia como comunión y pueblo de Dios inserto en la sociedad humana para ser fermento y servidora del reinado de Dios en Jesucristo. Lo más relevante en esta nueva acentuación es el rol misionero que le compete a toda la comunidad eclesial, a partir de la experiencia fundamental compartida del seguimiento de Jesús en su discipulado.

Ver artículo completo en Revista Servicio 285 (2008) 27-32. Autor: Fernando Berríos Medel, teólogo de la Universidad Alberto Hurtado y integra el Equipo del Centro Teológico Manuel Larraín.

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