domingo, 23 de noviembre de 2008

MI PASTOR, EL REY por Ángela C. Ionescu de Buenafuente. Noviembre 2008


En verdes praderas me hace recostar.


Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas (sal 22).
Final del tiempo litúrgico, y del año. Y la cumbre: Jesucristo, Rey del universo. Es un consolador mensaje de esperanza, no por el Adviento que comienza, sino por esta terminación, haya lo que haya después: Él como rey, anticipo de que así será el final del mundo entero y el de cada uno. Sobre todo y sobre todos Jesús, el rey, el Señor para gloria de Dios Padre.
Si Él es el rey y yo estoy entre sus súbditos, ¿qué puedo temer? Sé que es cierto: si me pierdo, Él mismo irá a buscarme. Si me abandonan, Él me recogerá. Si no tengo fuerza para seguir andando, Él me llevará. Es el rey y el Buen Pastor, en su redil jamás entran las alimañas.
Como presides mi casa, presides mi vida, Buen Pastor.
Tú sabes que no tengo tanta fuerza como para creer que podré dar todos los pasos de mi camino, sino tan solo la justa para el paso que estoy comenzando al levantar el pie. Cuando me fallen las fuerzas y mis piernas no me sostengan, y mis pies sean incapaces de andar firmes y rectos, sé Tú, como siempre, mi buen pastor y llévame sobre tus hombros, igual que cuando me perdí.
Cuando no encuentre un lugar donde descansar mi fatiga de constante peregrinar, ni un sitio donde reposar el cansancio de la lucha, llévame a tus verdes praderas y déjame recostarme sobre el suave césped, como en mi niñez.
Cuando el temor me atenace porque me vea sola, débil y totalmente impotente, y el miedo me agite el corazón como si fuera un pájaro loco de pavor en una trampa, sosiega mi angustia con tu cayado, ponte a mi lado en las cañadas oscuras, apacigua mi temblor con el suave silbo de tu flauta, como los pastores de mi tierra.
Buen Pastor que eres único auxilio, al mismo tiempo que coronas todas las oraciones que he puesto a tus pies durante este año, bendice al mundo entero y apiádate de él; acompaña en sus caminos a todos los que amo, me quieran ellos o no; concede tu gracia a cuantos me han ayudado y a los que me han querido dañar; envuelve en tu bondad y misericordia todos los días de mi vida, la que ha transcurrido y la que aún me concederás; protégeme Tú, que lo sabes todo, y puesto que Tú me agregaste a tu rebaño, haz que sea totalmente imposible que algún día no me encuentres en tu redil.
Así será, amén, pues eres el Rey de cuanto ha rozado siquiera un instante la existencia.

No hay comentarios: